En una nevada tarde de marzo, un pequeño convoy de taxis y vehículos de alquiler se dirigía hacia el norte por una carretera rural de Nueva York que termina en la frontera con Canadá. Entre los pasajeros había una familia nigeriana de cinco miembros, un hombre ruso que viajaba solo y una sudamericana llamada Giovanna.
“Tengo muchos sentimientos encontrados por este momento, porque tuve que dejar atrás a mi familia”, dijo en español a CNN una temblorosa Giovanna al salir de su taxi frente al paso fronterizo no oficial de “Roxham Road”, tristemente famoso por un capricho de la diplomacia y la planificación urbana que permite a alguien conducir hasta la frontera y entrar ilegalmente en Canadá, en lugar de ser rechazado.
La madre colombiana se encuentra entre el flujo aparentemente interminable de migrantes que desde 2017 se han visto atraídos por este gélido tramo más septentrional de Estados Unidos, con la intención de cruzar la frontera internacional en busca de mejores oportunidades de asilo.
“También creo que tendré una mejor calidad de vida en Canadá, y tengo algunos familiares allí”, dijo Giovanna antes de caminar hasta la línea invisible en el hielo que custodian las autoridades canadienses en un puesto improvisado. CNN no utiliza su apellido debido a las amenazas que, según ella, recibió en Colombia.
“Hola, señora. ¿Cómo está?”, preguntó un agente canadiense de habla hispana al otro lado. “No puede entrar en Canadá por aquí”, informó a Giovanna. “Si lo hace, la arrestaremos. ¿Entendido? Usted decide”.
Giovanna respondió dando cinco pasos hacia Canadá, donde los agentes le informaron de sus derechos y la procesaron por entrada ilegal, un proceso que suele terminar con la puesta en libertad de la acusada para que solicite asilo en Canadá.
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